jueves, 6 de octubre de 2011

La muerte de los genios y el legado de los mortales




“I hope it is true that a man can die and yet not only live in others but give them life, and not only life, but that great consciousness of life.” -Jack Kerouac


La primera muerte a la que le puse atención fue a la de George Harrison en 2001. Yo tenía apenas 10 años, y era un fan absoluto de The Beatles. Desde entonces, cada que me entero de la muerte de un gran personaje que me ha inspirado o a la que admiro, viene a mi la misma preocupación. 
Me preocupa que no haya nadie para sustituirlos.
Este año Facundo Cabral y, apenas ayer, Steve Jobs. Incluso muertes anteriores a mi nacimiento (Borges, Dalí, Kubrick...); la preocupación de que no exista nadie que continue el legado, o la ampliación de un arte o ciencia, que alguno de estos hombres dejó atrás me deja pensando. Porque todo lo que existe y ha existido se lo debemos a hombres extraordinarios; detesto la idea de que esa clase de personas deje de existir y que todos nos conformemos, de una u otra forma, con lo que se ha logrado hasta ahora.
Y luego, me pongo a pensar en mi. Y no solo en mi, sino a todos los que me rodean. En mi generación y en los que todavía tienen un camino por delante. En los jóvenes y novatos.
Steve Jobs decía que uno debe encontrar aquello que ama en la vida para dedicarse plenamente a ello. Pienso que si alguién sabía lo que decía era precisamente él. Uno no puede sentirse plenamente vivo si no encuentra aquello a lo cual dedicar su vida. Que sea su pasión, su motivo. Esa hambre heróica por los logros, por la dedicación, por el sentido. Porque solo así podremos vivir nuestra vida y vivir en la de los demás cuando hayamos partido.
Es nuestro deber, el de nosotros, los pequeños y novatos, encontrar esa pasión por la vida. No slolo porque se siente bien, sino porque es lo correcto. De otra manera, estamos perdidos.